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Estrés, ¿Amigo o Enemigo?

El cambio es un elemento constante en nuestro entorno laboral. El estrés nos ayuda a adaptarnos a él pero, qué pasa cuando el empleado debe estar en alerta constante, cuando percibe que sus funciones diarias se desbordan, cuando va retrasando su horario de salida, cuando cada vez es más difícil la conciliación familiar y laboral…

Ante estas situaciones el estrés deja de ser un recurso positivo de fortalecimiento de su confianza y se transforma en enfermedad.

Estas situaciones se han convertido en rutina, las hemos normalizado, las hemos integrado en nuestra vida y hemos reducido a 6 letras la carga emocional que sobrellevamos cada día. A cualquier interlocutor con el que mantengamos una conversación le mencionamos la palabra “estrés” e inmediatamente cierra sus oídos a todo lo que le contemos después, imposible que empatice con nosotros. Ya no es novedad lo que le estamos contando: cada uno de nosotros tenemos nuestro propio estrés, nuestra forma estresada de vivir.

La definición de estrés la encontramos fácilmente, únicamente debes teclear esas 6 letras en el buscador amigo y nos aparecerán miles de entradas donde se explica qué es el estrés, cómo combatirlo, lo que hay que comer, el ejercicio que hay que hacer, en fin, infinidad de definiciones e infinidad de formas de atacarlo.

La definición que yo comparto, es una de las más clarificadoras. Es la que más se acerca a lo que nos ocurre en nuestro día a día, la que Mc Grath definió ya en los años 70: «El estrés es un desequilibrio sustancial (percibido) entre la demanda y la capacidad de respuesta (del individuo) bajo condiciones en la que el fracaso ante esta demanda posee importantes consecuencias (percibidas)».

En todo momento habla de situación “percibida”. La exposición a estrés que un trabajador puede estar viviendo no constituye una única realidad, la observa desde el prisma de sus valores y creencias al igual que el responsable que asigna las tareas a su colaborador. Este desequilibrio de percepciones se ha normalizado, el trabajador cree que sus competencias son excesivas y el responsable entiende que no existe tal exceso o que en el supuesto que exista, el trabajador tiene las herramientas suficientes para ejecutar las funciones. Ambas partes se apoltronan en sus posiciones esperando que sea el otro el que haga el primer movimiento.

Como vemos en esta la imagen, el balón bien podría simbolizar el estrés y, trabajador y responsable intentan manejarlo, jugando a un juego que está por encima de las posibilidades de ambas partes:

El estrés y su manejo

 

¿Cómo conseguir jugar con un “balón” más pequeño?

Independientemente de la posición que ocupemos en el organigrama de la empresa, pocas son las veces que paramos y cogemos perspectiva del momento laboral que vivimos y menos aún, sentarnos en otra silla que no sea la nuestra, no vaya a ser que desde allí veamos algo que no queremos ver.

Como trabajadores, antes de juzgar la cantidad de tareas asignadas a nuestro puesto, deberíamos hacer una reflexión: deberíamos valorar  si tenemos las capacidades suficientes, ya sean intelectuales o emocionales, para desarrollar nuestro trabajo diario. Preguntas tales como, ¿conozco realmente mis funciones?, ¿manejo con soltura el software con el que trabaja la empresa?, ¿estoy preparado para un puesto de cara al público?, ¿sé trasmitir mis ideas con claridad a mi responsable?, nos pueden esclarecer en qué momento nos encontramos y buscar una solución si existe realmente un problema.

Como empresa, tenemos que hacer la misma reflexión, realizarnos las preguntas adecuadas que nos conduzcan a encontrar una solución al desequilibrio que se puede estar viviendo en un momento determinado: ¿hemos elegido a la persona adecuada en el proceso de selección?, ¿hemos ascendido a la persona mejor preparada para ese puesto?, ¿hemos ofrecido la formación adecuada para que el trabajador desarrolle sus nuevas funciones de la manera más eficiente?.

Y tú, ¿de quién eres?

Desde LifePartner, a través del método DISC, evaluamos la salud laboral de los trabajadores de tu empresa. Con la formación adecuada, prevenimos los riesgos de exposición al estrés y, utilizando el coaching, regeneramos la salud emocional de aquellos trabajadores “bloqueados” en el día a día.