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4 enero 2018
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¿Te gustaría convertir tu lugar de trabajo en un oasis?

Han pasado 10 años desde que nos conocimos. Seguimos compartiendo una comida de vez en cuando, ¿cada cuánto?, pues eso depende de lo que nos echemos de menos  :).

Hoy quiero homenajear a la persona con la que comparto esta bonita foto, Luis.

Nuestra relación tuvo un comienzo un tanto peculiar. Se incorporó a SAGE cuando yo llevaba poco tiempo (el suficiente para ser consciente de lo importante de tener un buen compañero que estuviese a tu entera disposición cuando estabas en casa de cliente).

Le asignaron una mesa contigua a la mía, mesa que acababa de abandonar la persona que me hizo amar la profesión de consultoría. Con ese duelo sin superar hizo su aparición.

Se presentó con nombre y apellido. Ya me pareció extraña esa forma de presentación, pero decidí actuar de la misma manera: “Lidia de la Rosa” – le contesté. Lo que tampoco me esperaba ni mucho menos fue su respuesta: “Pues vaya un apellido más rimbombante…”.

Sabéis de esa sensación que a veces tienes cuando conoces a alguien y piensas: “Este y yo ni un café…”

Pues uno no, cientos… y ojalá no se acaben nunca.

Luis es esa persona y profesional con una integridad absoluta, actitud que los clientes y todo el que le conoce sabe que puede confiar en su palabra y su hacer. Además, es ese compañero que comparte su tiempo con una predisposición total por ayudar a los demás. Con esa forma racional y sistemática de ver la vida se convierte en la persona a la que recurrir cuando tienes un dilema, ya sea personal o profesional, pues su respuesta nunca te dejará indiferente.

Y os preguntaréis, ¿cómo llegasteis a ese nivel de amistad?

Pues como en todas relaciones, siendo FLEXIBLES. Viendo al compañero que se sienta a tu lado como una persona llena de recursos y con otra forma de ver la vida. Sí, ya sabemos que cuando encuentras esa persona que piensa como tú es estupendo, pero cuando te cruzas en tu camino con alguien que tiene una visión del mundo tan diferente a la tuya y la aceptas, es cuando comienza el verdadero crecimiento personal.

Crecer consiste precisamente en eso, en NO JUZGAR, y aceptar como válidas las otras formas de resolver los entuertos de la vida, ya sea en el ámbito profesional como personal.

Es en el lugar de trabajo, en el que ponemos a prueba si estamos preparados para continuar con nuestro crecimiento interior.

La empresa tiene que cumplir con la vital función de establecer las medidas necesarias para que las relaciones personales que se generan en los lugares de trabajo sean, como mínimo, cordiales. Pero, no nos equivoquemos, somos nosotros, como personas individuales pero sociables por naturaleza, los que de verdad convertimos nuestro lugar de trabajo en un paraíso o en un infierno.

No podemos quedar a la espera de que la empresa intervenga en cada uno de los conflictos que puedan surgir dentro de sus paredes, y no digo que no tenga esa obligación, entiendo que cada uno de nosotros tiene que buscar dentro de sí mismo, la herramienta que le ayude a comunicarse con las personas que le rodean y crear relaciones de confianza.

Aceptemos a nuestros compañeros como son, y si no sabemos por dónde empezar, asistamos a clases de ASERTIVIDAD, para aprender a limar esas relaciones más complicadas, antes de que alguno salga dañado.

Como experiencia personal te puedo contar que además de clases de asertividad, he acudido a otros cursos que me han ayudado a ver la empresa y las relaciones que se producen en ellas de otra forma. He aprendido mucho y aún me queda mucho camino que recorrer en el terreno de las relaciones humanas.

Te animo a que te atrevas a buscar dentro de ti otros medios de relacionarte con los demás, nunca es tarde para empezar y como regalo, seguro que encontrarás un “Luis”.